Un nuevo post con la valoración post-Final Four de Berlín 2016. Artículo publicado en la edición digital de El Correo Álava.
Lo repetía una y otra vez. Así como se lo imaginaba en sus sueños, así como se lo imaginaba cada vez que lo iba a intentar, repetía los mismos movimientos uno tras otro, casi al mismo ritmo, casi al mismo son. Visualizaba, respiraba, comenzaba a correr y en el preciso momento, ponía en práctica todo lo que había imaginado. A veces acertaba otras veces no. Y en todas ellas se preguntaba cómo mejorar en la siguiente ocasión para no fallar nunca más. Seguro que Dick Fosbury, antes de su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México de 1968 tras superar los 2,24 m de altura y coronarse con el oro olímpico, no era consciente de que más allá del premio, lo especialmente importante fue que había encontrado una nueva forma de superar un nuevo reto. Los escépticos, los que se reían de él, los que no comprendían que se saliera de la norma, mirarían con ojos de sorpresa cada uno de sus saltos y cada uno de sus retos logrados. Incluso si en alguno de ellos hubiera fallado la sorpresa se instalaría al mismo tiempo que otros atletas comenzaban a probar su estilo y a seguir su estela.
Recordaremos Berlín en los próximos días, semanas y quizá años como la ‘historia de un casi‘. Una preciosa historia en la que nadie creyó al inicio salvo sus propios protagonistas; una historia en la que lo admirable era ver cómo un grupo de jugadores comandado por su entrenador desafiaron las lógicas existentes del juego del baloncesto para superar en las previas a rivales superiores en nombre pero no en la cancha; una admirable historia en la que el rival fuera quien fuera se mostraba totalmente alerta y en precaución porque era consciente de que ante cualquier despiste o falta de concentración, este equipo era capaz de golpearte en el partido y en el resultado. Una historia donde más allá de 5 jugadores en el campo se encontraba una marea de aficionados, incluso una parte del baloncesto nacional e internacional mitad simpatizante mitad admirador, que sabían que ese grupo de osados jugadores de basket podría ser capaz de ‘liarla’ sin remedio.
La historia de Berlín 2016 duró ‘casi’ 40 minutos. En concreto 39 minutos y 54 segundos de una preciosa batalla entre dos equipos, uno, Fenerbahce, todopoderoso y liderado probablemente por el más laureado de los entrenadores europeos existentes, Obradovic, y otro, Baskonia, talentoso, hambriento, retador y enérgico liderado por un entrenador, Perasovic, que ha sabido adaptarse a sus jugadores y ha logrado además que éstos se adapten a una actitud irrenunciable y sin descanso hasta que suene la bocina final de partido, y un estilo de juego que ha sorprendido a quienes disfrutamos de este deporte.
Laboral Kutxa se presentaba en Berlín ‘casi’ con la totalidad de sus jugadores. Acostumbrado desde hace meses a afrontar cada partido viendo en el banquillo a algunos de sus compañeros vestido de calle, en especial Shengelia y Causeur, esto no dejaba de ser algo habitual y un estímulo para que cada compañero diera un pequeño paso más en su esfuerzo para mitigar su ausencia. Aún y todo el equipo respondió partido tras partido, y esta vez sería igual. Es más, Causeur se declaró preparado para la batalla aun a sabiendas de que sus condiciones no eran las mejores, pero la ocasión era única. Hanga se olvidó de su recién pasado descanso por lesión y el resto de jugadores eran conscientes de que se encontraban posiblemente ante una de esas ocasiones que nunca sabes si se puede repetir por lo que su apuesta era más que decidida.
‘Casi’ dramática
La semifinal se definió desde el salto inicial sobre la estructura clásica de una obra ‘casi’ dramática: se presenta el conflicto inicial, un 13-0 de salida por parte turca que elevó inmediatamente la situación del partido a la epopeya desde bien temprano. Un desarrollo del conflicto, donde el Baskonia a base de constancia, esfuerzo y sudor, mucho sudor, trató de situarse a la par del Fenerbahce comandado por la mera presencia del líder Bourousis a quien le acompañó la mejoría en la defensa del 1×1 inicial de Adams y Blazic y el trabajo de Tillie principalmente. Bourousis volvió a dominar todos los registros del juego, con balón y sin él, jugando para sí o haciendo jugar a los demás. Participando o simplemente observando. Este desarrollo ha sido uno de los más bellos y apasionados parajes de la escena baloncestística europea porque el Baskonia no sólo fue capaz de aguantar los envites físicos del Fenerbahce sino que fue capaz de superarlos y poner contras las cuerdas al todopoderoso equipo de Estambul.
La tercera parte del drama es el clímax donde mediado el último cuarto del partido, Baskonia fue capaz de llegar a su máxima diferencia de puntos (+7) y a partir de ahí la tensión aumentaba en cada posesión hasta el momento en que aparecieron los detalles, esos pequeños acompañantes que hacen que cualquier situación pueda variar sin apenas darte cuenta: un balón perdido aquí, un tiro libre fallado allá, un rebote allí, una decisión dudosa allá. Finalmente, el desenlace: donde obviando los 5 minutos extra de la prórroga el partido se decide en una jugada que durante esta temporada ha dado frutos, y bastantes. Un 2×2 entre los principales protagonistas del partido, un 2×2 entre la estructura clásica del baloncesto, el base y el pivot, que precisamente más han intercambiado sus posiciones: Bourousis más un base pasador y Adams un anotador compulsivo. Un tiro de 3 que rebotó dos veces el aro para decidir seguir jugando y no querer dar por finalizado el partido.
‘Casi’ perfecto
Más allá de este desenlace que a buen seguro recordaremos y recordarán sus protagonistas directos, el partido fue ‘casi’ perfecto. Guión, ambiente, preparación e ilusión estaban listos para el duelo. Una semifinal convertida en una final donde había que estar preparados para todo y el conjunto vitoriano demostró que lo estuvo. Casi. Porque en un equipo como este Laboral Kutxa son necesarios todos y cada uno de sus miembros. Fenerbahce consiguió para su beneficio minar las capacidades de varios jugadores de Baskonia que aportan mucho más que unos simples números al equipo: Hanga y Bertans. Frenados posiblemente en el puesto que puede marcar las diferencias entre equipos igualados, el 3 físico y alto, el equipo echó en falta el tiro exterior del letón (a pesar de su excelente trabajo defensivo) y ese físico portentoso del húngaro, salvo en contadas ocasiones. El equipo echó en falta también ese acierto que tanta ventaja ha dado en otros partidos, especialmente en el tiro de 3 (8 de 30 intentos), incluso en los tiros libres (7 de 12) especialmente en los tramos finales, fruto quizá del sobreesfuerzo físico a la que fue sometido. Sin el acierto habitual, con la contienda desigualada también en la diferencia de rebotes, en un partido dominado por el músculo y la intensidad, el aporte ‘casi’ definitivo del talento quedó frenado especialmente en su tramo final.
Como Fosbury en sus intentos diarios, en su perseverancia y en su confianza en su innovadora técnica de salto, la lectura que se ha de sacar de esta Final Four de Berlín 2016 es que este Laboral Kutxa ha de seguir confiando más que nunca en su ritmo e intensidad, en su equilibrio en el juego y en su capacidad de trabajo, características sin duda de este estilo de juego que han permitido estar al máximo nivel europeo y poder competir de igual a igual con cualquier rival se ponga enfrente. El equipo sabe que necesita de todos y cada uno de sus miembros para desarrollar su juego con plenitud de garantías. El equipo sabe que para disfrutar en campo abierto y en su ataque, ha de ser generoso y activo en el esfuerzo y en los conceptos defensivos. Y el equipo es consciente de que cada posesión es un reto para superarse en la siguiente. Como en el drama, Fosbury consiguió su premio: el oro. Pero sobre todo logró que su relato e historia permaneciera en el tiempo. Quizá sólo por eso, no sólo por los resultados sino sobre todo por cómo llegar a ellos, hace que este ‘casi de Berlín 2016‘ se convierta en un todo conjunto y completo y que esta temporada sea recordada para siempre por los aficionados. El camino está sembrado. Sólo queda un paso: la Liga ACB.
Fotos de Jesús Andrade de la edición digital de El Correo Álava.

Juanjo Brizuela

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